Desde aquel faro podía divisar el tamaño de sus gigantescas olas, me turbaba la experiencia de sentirme tan pequeña frente a ella, si quería me podía tumbar en un abrir y cerrar de ojos, yo no era nada ante tal inmensidad. Qué generosa la mar se mostraba conmigo pese al daño que diariamente desembocábamos sobre ella. Cuánto corazón hay en lo salvaje para, a pesar de tener el torrente necesario para desbastarnos en cualquier instante, decidir libremente continuar cuidándonos. Hay que tener una conciencia superior a la humana para pensar con dolor y sentir y actuar con esa magnitud de amor inabarcable…