Me pones la sal,
Te echo el azúcar.
Me miras sin miedo,
Te la devuelvo sin tiempo.
Mi espalda no tiene prisa,
Tu pecho no tiene sueño.
Pero corremos,
Corremos sin huir,
Porque queremos hacerlo,
Equidistantes, en una misma dirección, con un mismo fin, sin lastres ni pesos,
Como el que busca riendo cobijo para la lluvia,
O echa canciones al fuego antes de que se apaguen los besos.