Creemos que cuando viajamos solos, lo estamos, pero no es cierto, es imposible no sentirse acompañada cuando la naturaleza, sin pedirle nada a cambio, te abraza de este modo, sin querer soltarte, meciéndote de la mañana al atardecer con vitalidad y esperanza, y adentrándote en la noche de la manera más sutil, sosegada y mágica. Y que queréis que os diga, desde aquí siento gritar mi convicción de que no hay soledad que se resista a tal compañía…