Hay veranos pasajeros, y años que se viven en un sólo verano. Creo que este verano es de los que van a quedar por siempre guardados en mi memoria, no por haber viajado, tampoco por haber estado en las mejores calas, ni comido en los mejores restaurantes. Este verano está siendo, porque aún no ha acabado, un viaje diario para mí, de un alma a otra, de un baile a otro, de una carcajada a otra, de un abrazo a otro, de encuentros y despedidas, de recibir y de dejar marchar,  y sobre todo, de un tornado que no olvido, lleno de calma…Un verano de esos que se impregnan en la piel con sabor a coco por el día, vainilla por la tarde y canela por la noche; de esos que calientan y sonrojan, como el Sol al quedarse junto a tí y no querer despegarse del mar.

De sabor exótico con virutas de chocolate y hojas de menta.

De despertar cada noche con el Sol casi saliendo y no llegar a ver amanecer.

De soñar cada mañana con un día como el de ayer.

De pensar que no puede escaparse aquello sin llegar estallar.

De sentir los pasos de baile hasta tratando de dormir.

De desayunos escribiendo, veladas en mi balcón, dibujos sin acabar, películas a medio ver.

La música por toda la casa, como el incienso, recorriendo cada rincón.

Y aquel vestido que aún está volando en la orilla de la playa… al son de la brisa del mar…