Y si te rompen, que sea la fuerza del mar la que vaya juntando tus pedazos. Que sin sal no se cocina, ni se llora, ni se mantienen las alegrías en suspense. Que el cielo vigile la reconstrucción de tus muros, la primera sombra y el único techo que te impulse a correr hacia la playa diáfana para ver las estrellas. Que la arena te abrace, sin dudarlo, sin prisa, como el que quiere absorber el amor de la piel en un instante.
Y si te vuelves a romper, no olvides, que antes de ser cristal fuiste el fuego necesario en invierno, la brisa marina en verano, los almendros en flor en primavera, y la reflexión de recolecta que te mantendrá unida en la estación que nos recuerda que lo que da vida y belleza a un árbol también se cae al suelo.