Cuando quieras te echo un pulso, ya sabes que mi fuerza viene de adentro, no se ve a primera vista, a segunda tampoco, para conocerla, primero, hay que saber mirar y, segundo, tengo que elegir, del modo más libre, dejarla al descubierto. Así que ni se lee, ni se escribe, ni se ve, tampoco se toca, pero se puede sentir desde bien lejos en un arrebato de valentía, sobre todo, cuando el adversario lo merece. No te andes por las ramas, ahora que nuestros puños se confunden, de no haberlo querido, un cruce de miradas previo y cabizbajo, hubiese sido suficiente para dejar las palmas de mis manos sobre la mesa, haciendo que mi sangre regrediese a su sitio de origen, pero me miraste quemando, y no se puede ir quemando así a la gente fuerte…Sobre este tablero que tiembla, dice mi pulso, que aquí no vale tirar la piedra y esconder la mano, tampoco mirar quemando pero con el corazón cerrado, aquí venimos a echar los pulsos que sean necesarios, sin copas de por medio, con los pulmones en abierto, sin mantel y cubierto, a la intemperie, aunque la luna no exista en esta noche nublada y el Sol nos grite que nunca miente, aquí hago yo que empiece a llover si hace falta, para que se lleve el fuego falso y nos traiga una tormenta que desvele. Y ahora si, y sólo si tú te atreves, tenemos ese pulso pendiente…