Llevaba rellenos los zapatos de harina para resbalar cuando se quedase estancada.
Sembrando noches en la cama y plantando floreros en mesas iba construyendo su día a día.
Los carteles luminosos dentro, las historias jamás contadas fuera, en sus ojos, en su pecho, en la forma de comerse el aire de un suspiro, y de hundir la tierra con sus oxidados tacones.
Había hecho serrín con sus fronteras y los límites impuestos echaban humo a su paso.
Demasiadas sonrisas sin pilares…
Deshechos sin techo en suspense…