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Esta noche no tengo ganas de escribir nada poético, tampoco nada que suene bien, ni siquiera quiero pensar mientras escribo. Creé este blog precisamente para eso, para poder expresar con libertad todo lo que me venga en gana. Ni siquiera he pensado si quiero escribir, pero deseoInconexo me empezó a llamar y cuando se pone pesado e impaciente, no hay forma de acallarlo. Así que aquí estoy, uniendo letras, palabras y frases, con más sin sentido que nunca. Sobrepasar la hora bruja, hace tiempo que dejó de ser una novedad, la vida nocturna tiene otro sabor y me encanta. Acabo de asomarme al balcón, se huele al apagón de los hogares, a telebasura que adormece, y a soledades compartidas. Ni el maullido de un gato, aquí no escucho los gatos maullar por los tejados, echo de menos escuchar sobre mi propio techo ese maullido, de pequeña los escuchaba corretear sobre el tejado a menudo, pero en esta ciudad no se escuchan, debe ser que tenemos los tejados muy lejos, o a los animales demasiado domesticados. Se me fue la cabeza a los gatos y ni siquiera sé porqué, supongo que conforme la madrugada vaya precipitando que suene la alarma de mi despertador, iremos quedando sólo unos cuantos despiertos, los gatos y yo. No pienso releer, ni corregir, iré publicando sin más historias, como el que improvisa hablando y no hay marcha atrás. Llevo escribiendo desde los 15 años y nunca me senté a escribir, jamás me enfrenté a un folio en blanco, ni me quedé mirándolo sin saber por dónde empezar, la escritura siempre me llamó a mí y no al revés, siempre hubieron unas ganas de vomitar palabras previamente, un sentimiento en forma de nudo con ganas de deshacerse sobre el papel, un pensamiento al borde de estallar o morir, siempre hubo un impulso, un impulso que fue cobrando fuerza con los años, un impulso que no había forma de omitir, maravilloso impulso aquel que te deja sin capacidad para elegir, que en un instante, agudiza tus sentidos más primitivos y te convierte en el gato que maúlla sobre los tejados, sin domesticar. Y desde entonces, aquí andamos, aporreando el teclado, el móvil o el papel, según se tercie, siendo emisora de algo más profundo que escapa a mi control, y disfrutando de lo lindo cuando al acabar de escribir siento que esta boca mía, que no tiene lengua, ni dientes, ni miedo, no ha parado de hablar.

2 Comments

  1. Tormenta dice:

    Fantástico…me ha encantado.

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