Barremos lejos de nuestra casa y esperamos a que el viento se lleve todo lo que algún día pensamos que nos pertenecía. !Qué flojo soplaba aquel día!, aún te tengo ahí, mirando la vida pasar, desde la acera. Abrí las ventanas de par en par para avivar la corriente, te agarrabas con fuerza a los marcos de las puertas, ni tan siquiera soñabas con marcharte, y no me quedó otra que confiar en la lluvia, pero los días de sol abundan, y parece que las nubes se sujeten a todos los edificios menos al mío. Al final tendré que viajar, en busca del viento o la lluvia, a otras tierras lejanas, con la esperanza de que a mi vuelta hayas dejado de estar