
La cabeza estalla y el corazón se rompe, el estómago se cierra, y los brazos se inmovilizan, el pecho presiona, la espalda se resiente, y mientras todo esto sucede, la libertad nos está gritando. Nuestra libertad nos está gritando y nosotros la estamos amordazando. No hay tiempo para detenerse, no hay espacio ni lugar para ser libre, vamos a «contrareloj«, a «contrapared«, a «contrahogar«. Y llega un día en que, a marchas forzadas, todo lo que está en ti y te hace ser, se paraliza, hasta lo que iba tan rápido se para. Sin embargo, ahí afuera todo sigue igual, a un ritmo vertiginoso, imposible de alcanzar, se nos escapa, no hay forma de agarrarse a ese vagón, parece que se trague, a su paso, hasta la distancia. Y nos quedamos mirando como se aleja, ya no podemos correr tras él, nuestro cuerpo no puede, nuestra psique no quiere, se escucha un !basta! ensordecedor desde el corazón…!BASTA!