La era de los desaparecidos

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La era de los desaparecidos

Desaparecidos,

Hombres capaces de amar de forma intensa y verdadera, hasta tal punto, que se asustan de sí mismos y huyen. Se esconden, tratando de hacer pequeño aquello que dentro comenzó a crecer exponencialmente y a escapar a su control. Se sienten vulnerables, aunque se sientan queridos, por miedo a lo que pueda pasar después, a corto o medio plazo, generalmente lo maquillan autoconvenciéndose de que no avanzan más por no hacer daño a la otra persona, pero en el fondo, tienen miedo de que los dejen, o de que la cosa no funcione como esperan y eso les duela enormemente. Muchos de ellos, acaban conformándose con mujeres a las que quizás no aman tanto, pero tampoco les producen esa sensación de vértigo, algunos se aíslan y no vuelven a entrar en el peligroso juego de conocer en profundidad a alguien que les puso del revés, y otros se arriesgan, pese a todo, se suben al borde de la repisa, te dan la confianza suficiente para subirte a su lado y, cuando estás ya ahí, junto a sus pies, a merced del viento, deciden bajarse sin avisar, esconderse en el baño e incluso desaparecer. Calman su angustia pensando que es lo mejor para ambos, te meten en el saco de su psique, como si tú, mujer, no supieses pensar por ti misma, ni decidir sobre qué quieres hacer con tu vida o junto a quién quieres arriesgarte. Apagan la luz por las noches y piensan «es lo mejor», «más adelante sería peor», «ella no se merece que le haga daño», etc, pero en el fondo, tratan de salvarse a sí mismos, reduciendo la culpa, y aliviando su tristeza de no tener la valentía suficiente para arriesgarse y ver qué pasa en este presente si dan el paso, más allá del mañana y, por supuesto, del futuro. Se quedarán con las dudas, con el dolor camuflado, sin la aventura, y por supuesto, si no retornan finalmente, y no le echan cojones al asunto, sin ella. Porque ella tiene un límite, puede seguir viviendo sin ti, por supuesto, aunque te eche de menos, pero podría vivir más feliz, si apostases con fuerza o le dijeses, que no estás a la altura de esta historia y que te mueres de miedo. Las puertas a medio cerrar o a medio abrir nunca fueron buenas, y un tiempo después, estas puertas pueden empezar a pesar en exceso. Si hay algo que te impida lanzarte y vivir la experiencia, comunícaselo, le duela o no, por lo menos lo acabará entendiendo y tú dejarás de engañarte a ti mismo. Así que habla, salta o cierra, pero no desaparezcas, eso en mi tierra no tiene otro nombre, que la falta de respeto hacia esa persona y la cobardía, y si esa mujer te puso del revés, y te generó vértigo, estoy segura de que se merece un paso al frente o una explicación con ojos, boca y dientes.

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