El conflicto interno más fuerte que hayamos vivido jamás. Lo que se quiere hacer, lo que tendría que hacer, lo que nos obligan a hacer. La tríada pandémica, la dualidad pulsión-raciocinio, el discurso interno, mi yo individual y el que fue construido y se sostiene a partir de los vínculos, la necesidad de contacto, la seguridad del aislamiento. El diario constante interno del individuo en tiempos de pandemia. Lo natural se está complejizando, patologizando, esto no es sano aunque sea lo que nos ha tocado vivir, podemos afrontarlo, protegernos, cuidar, etc. pero esto lo mires por donde lo mires, no es sano, y algunos tratan de no verlo, otros de quejarse de todos los cambios que está conllevando, y unos pocos tratamos de aceptarlo pero siendo muy conscientes de que una pandemia y todo lo relacionado con ella es un evento traumático, es un acto violento que irrumpe en nuestro ser y que dependiendo de los recursos de afrontamiento internos que tengamos, dejará rasguños, heridas leves, o secuelas de por vida. Esto es más serio de lo que pensamos, no sólo porque el virus existe, lo queráis ver o no, sino porque todo lo que está sucediendo, a nivel individual y social, está causando estragos. Un primer impacto fuerte, muchos menos intensos pero continuados que no acaban nunca, y como el río que va puliendo las piedras, nuestra estructura psíquica se deteriora. Los psicólogos somos sanitarios para lo que interesa, cuotas, obligaciones, normativas del espacio en el que trabajamos, pero cuando llega algo así como mucho nos llaman para cubrir el momento de emergencias y después dejamos de existir. El error más grande de la historia, que por desgracia, va a flotar en la superficie en un breve período de tiempo. La agresividad, los enfrentamientos, el culpar, la necesidad de liderazgo, como modo de entender y salir de la incertidumbre, de tener verdades aunque sean mentiras para sentir cierto orden en el infinito caos, tienen que ver con lo psíquico, si no hacen nada pronto, nuestras guerras internas estallarán hacia fuera y el hospital de guerra solo está preparado para atender cuerpos. Esto es una llamada de atención, un simulacro, la oportunidad de prevenir una batalla campal que unida al virus nos puede aniquilar como sociedad. Estamos a tiempo, pero vamos justos, el momento es ahora o no existirá ese mañana del que todos hablamos, era para ayer y estamos en el hoy, es momento de mover las piezas para encajar otro puzzle, de no hacer lo mismo para llegar a otras partes, de ocuparse de uno mismo y pedir ayuda psicológica por el bien de la humanidad.