
Insisten en que dejemos el pasado a un lado, en avanzar sin mirar atrás, en que lo que ha de venir siempre es mejor que lo que tuvimos, pero después de llenar mi pasado de distintas experiencias, lugares y personas, no tengo claro que ésta sea la mejor forma de hablar del pasado, de hecho me parece una falta de respeto hacia el mismo. Lo que ya no está nos conforma, nos construye, a veces, nos deja sin partes que duelen enormemente y que jamás podremos recuperar, pero nos va dando forma, nos va haciendo que seamos diferentes a lo que éramos, nos hace ser quienes somos hoy.
A menudo, reflexiono sobre qué cosas cambiaría de mi pasado, y después de darle muchas vueltas a los «y si…» acabo llegando al mismo punto conclusivo, si no hubiese vivido «x», mi «y» no sería igual. Así que, aunque cometí en varias ocasiones el error de dejar a un lado, de forma excesivamente rápida, el pasado, considero que no hay mejor forma de escuchar el presente, que entendiendo sin reproches, que ese río viene de un mar, de un mar que ya no podemos cambiar, y que gracias a que su agua salada se convirtió en dulce, su cauce nos trajo hasta aquí. Somos como una rama que se va enganchando en distintos tramos del trayecto, pero que finalmente sigue su curso, sin olvidar aquellas paradas en el camino y lo que se encontró en él. No olvido mis «ex-periencias», no quiero hacer borrón y cuenta nueva, ni dar carpetazo al asunto y cerrar el cajón de por vida, me niego, sé que sería la opción más sencilla, pero me niego. Toda experiencia tuvo su sentido, su significado, su dirección, y he aprendido muchísimo de todas y cada unas de ellas de la forma más simple y compleja que puede darse un aprendizaje, viviendo.
Os puede gustar más o menos vuestra familia, podéis no hablaros con alguien de vuestro pasado, que vuestras etapas vitales anteriores estén llenas de complejos y/o traumas, odiar a vuestro exjefe o que vuestra expareja no merezca ni vuestra atención en el pensamiento, pero todas esas vivencias, forman y formarán parte de vosotros, siempre, lo queráis o no. Ahora bien, no olvidar, no supone machacarnos continuamente, ni quedarnos anclados en lo que ocurrió, por suerte, tenemos esa franja de libertad, el pasado no es determinante, creo que ahí está el quid de la cuestión, en la forma que tengamos de enfocarlo. El pasado está para entendernos, no para fustigarnos, para saber qué queremos en nuestro presente y qué no, para no pensar de forma excesiva en él pero sí tenerlo en cuenta, y para coger carrerilla con fuerza hacia a ese futuro que no existe, pero que tenemos la esperanza de vivir y crear.