Me duele el diafragma, es difícil que no duela con todo lo que estamos teniendo que ver y que digerir, se me ha contracturado a base de palabras no dichas y emociones enquistadas, de miedos y frustraciones, de palazos, de golpes inesperados, de caídas, de desesperanza. Siempre se vuelve a abrir, se vuelve a ilusionar, se vuelve a crecer y a fortalecer, pues mi impulso de vida es demasiado fuerte para dejarse vencer, pero a veces irremediablemente duele. Tenemos que respirar más y más fuerte, hay que llorar siempre que se nos presente la necesidad del llanto, tenemos que sentir más y dejar de pensar tanto, tantas veces, todo el tiempo. Si queremos estar despiertos además de vivos, tenemos que permitirnos ser nosotros mismos, ser coherentes con lo que pensamos, sentimos y hacemos, vivir en primera persona nuestras vidas, sencillamente vivir como creamos que queremos hacerlo.