Dejar atrás el pasado no es fácil, pero es necesario. Es complicado obligarse a no volver a mirar, es tedioso desprenderse de ese vicio de girar el cuello para ver que dejamos, que dejaremos de ver o que nos obligaron a dejar. Hay que caminar hacia delante, con fuerza, aunque las piedras se te claven y consigan atravesar tus zapatos, aunque las heridas te hagan desear parar y en la mochila tengamos siempre el cómodo y desastroso comodín de dar marcha atrás. Pocos errores nos han llevado a estar donde estamos hoy, si aquí estamos no es por error. No hay que darle más vueltas. (