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Mochilas abiertas

No hay duda, de que estás más fuerte, se te ve en los ojos, y en la manera en la que sentencias cuando hablas. Ha pasado el tiempo, desde aquella última vez, pero tus ojos siguen intactos, parece que sigas alimentándolos de vida como entonces. Eres apasionada e incansable, cuando amas, quieres, y cuando quieres, haces, y no dejas nada para después, me enseñaste que para amar de verdad, es necesario pensar poco, si piensas, analizas, y si analizas, estás perdido, es como leer por partes una partitura, o bailar sólo pensando en los pasos, sin sentir ni dejarte llevar, la experiencia se vacía por completo, o mejor dicho, cuando tratamos de amar así, la vaciamos. Pero tú no vacías, tú llenas, enalteces lo que haces, porque lo vives desde adentro, miras como si me pintases en un cuadro siguiendo tus impulsos, como si yo fuese una puesta de sol efímera, que no volverá a ser igual que la de mañana. Porque tú, no vives la vida, te la comes con ganas, y con ganas, todo, absolutamente todo, sienta genial.

Recuerdo que te gustaban hasta los días grises y lluviosos, siempre encontrabas el modo de darle una vuelta a todo este caos, para hacerlo atractivo y maravilloso. Cómo olvidarte…he viajado, conocido y estado con otras mujeres, todas ellas me enseñaron algo, pero sin duda, todas me llevaron a que quiero seguir aprendiendo de ti, y enseñarte lo que yo te pueda enseñar, y que le demos una vuelta juntos a todo esto que se quedó a medias, sin saber por donde explotar, enquistado y a mitad, a medio cerrar y a medio abrir, justo en el punto que menos te gusta, lo sé. Tú le hubieses dado una patada a esa puerta, sin miedo, y hubieses tirado hacia delante, con lo que hubiese habido detrás de ella, como haces siempre, pero yo no sabía entonces ni quién era, y me costaba discernir, quién podría ser yo para ti.

Ha pasado el tiempo, y he estado en algunos lugares en los que sonreímos juntos, por los que nos contamos tantas cosas, he estado en algunos, no en todos, porque no he podido llegar hasta tu balcón ni entrar a tu casa, porque no sé si hoy, al llamar, me abrirás la puerta, pero tengo la puta certeza de que si me la abres… no volverá a quedarse a medio abrir ni a medio cerrar, porque lo que hay al otro lado, me tira tanto…, que ya no hay vuelta.

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