No tengo planes, me los dejé en aquella persona, ocupando aquella casa, llevando aquella mochila. Con el cuentakilómetros puesto a cero emprendí de nuevo el viaje, sin expectativas, sin compañía, con ganas.
Me encontré a mi misma en la soledad de la noche y en la soledad del día, el sol y la luna me conectaron con mis sueños en innumerables ocasiones.
Lloré, reí, bailé, canté e incluso aporreé un poco mi guitarra. Ningún abrazo, ninguna distracción innecesaria. Comida sana, trabajo, creatividad, pies en la tierra y mal descanso.
Se sucedían los días a la par que los recuerdos, la imaginación cobraba fuerza, se empezaban a colar algunas personas como ruido de fondo…
Y de repente, escapas, escapas de todo, trepas por las dunas a la luz de las velas, las horas se confunden en tus pies, sobre la arena, en la playa, y desearías no volver jamás a la ciudad.