No soy sencilla, lo sé, ni cómoda, también lo sé, pero tampoco necesito que se amolden a mí, ni tener que amarrarme o coserme a nadie por ninguna parte, con el tiempo me he ido encariñando hasta de los propios agujeros, y no me importa lo más mínimo que se queden al descubierto.
Yo soy lo que ves, sin trampa ni cartón, con escondrijos que te costará llegar a conocer, porque ni yo misma conozco. Ando por mí misma, rápida o lenta, según se tercie, y me tropiezo como la que más, pero ten por seguro que no me voy a quedar mirando a nadie desde el chinarro, aunque las fuerzas flaqueen, siempre, sin vacilaciones, con ahínco, y con pasión, pues ésta no se utiliza sólo en el amor a una persona, acabo yo solita levantándome, porque amo la vida, hasta en los momentos en los que todo puede parecer o resultar una puta mierda.
Adoro salir y adoro mi hogar y, a veces, no sé qué espacio pesa más. Cuando me gusta algo o alguien, trato de saborearlo al máximo, sin miedo a que se acabe, porque aunque lo haga de otro modo, he aprendido que, sin disfrutarlo, también se puede acabar, y te pongas como te pongas, te maquilles como te maquilles, del revés o del derecho, eso cariño, te va a doler igual.
Aquí hemos venido a pisar la vida, y no seré yo la que vaya saltándomela.