Te miro, me miras, nos miramos,
Y disparamos hacia fuera toda la mierda que llevamos encima,
La convertimos en calor, en abrazos, en lengüetazos,
Todo sea por olvidar el eco que se cuece en la calle, el vacío tapado por el frío, el silencio ocupado por el tráfico.
Seguimos concentrados en nuestros labios, en nuestra saliva, en nuestra piel que desprende fuego, que prende el placer, que nos detiene…
Que nos coloca, nos recoloca, nos arrastra hacia aquel café solitario al que nadie entrará porque no tiene luces ni está abierto,
Lo hacemos nuestro, mientras nos entrelazamos, lo llenamos de espuma, lo rociamos de azúcar, nos lo tragamos, como el que se inyecta la enciclopedia de la vida, como el que se traga el amor y escupe el dolor que va pegado.
Nos perdonamos por todo lo que no hemos vivido, nos agarramos al único sentido, nos comemos la parte oscura del otro, a base de roce, como papel de fumar, vamos dejando que nos penetre la luz.
Nos levantamos en peso, nos soltamos a la vez,
Y por encima de todas las cosas, volvemos a empezar antes de caer…