Aquel abrazo fue como nadar a contracorriente, se encendió primero en el pecho y fue descendiendo… Solía pasarme al revés, y aquel orden invertido dejó a mi cabeza fuera de lugar. ¿Cómo caminar con normalidad si la sangre de los pies estaba ahora en mis manos?. Los cuerpos hablan siempre sin darles voz, no creo que haya fuente más fiable para el conocimiento que escucharles y dejar que se digan lo que se tienen que decir, sin interferencias, sin camisas forzadas, sin prisa, sin pensamientos que corrompan el desnudo, sin maquillajes que oculten el rubor, sin superficies que traten de resaltar lo natural, aniquilándolo. Aquel tornado de sensaciones en ese espacio corto e intenso de tiempo me dejó en el aire, como cuando alguien, sin previo aviso, te levanta en peso y no sabes en qué momento te dejará de nuevo caer. Y aquí estoy, suspendida en el espacio, disfrutando de la ingravidez, como una mota de polvo que aún no quiere posarse en ningún sitio…