La savia

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La savia

Algunos nos hemos dejado la piel, la nuestra, sin despellejar a nadie, hemos aprendido a mirar hacia dentro, a dudar de nosotros, a reconocer nuestros defectos y a decir lo que sentimos, incluyendo las disculpas. Hemos venido a vivir desde el interior, a valorar la quietud y a dejar en muchos momentos todo lo externo a un lado, por necesidad. Sin duda, nos ha quedado muy claro lo que es el amor y lo que aún maquillado no le llega ni a la suela de los zapatos, también a diferenciar el buen sexo de las explosiones rápidas y vacías, y lo importantes que son los raticos con las personas que hablan con el corazón en la mano, mereciéndose nuestra atenta e incansable escucha. Hemos venido a inundarnos de la autenticidad, de la realidad, de lo que no se puede trasformar en palabras, a sentir los escalofríos vitales sin perder el norte ni separar nuestros pies de la tierra. Estamos muy vivos, aunque algunos piensen que en ocasiones vemos la vida pasar por no estar siempre activos e inmersos en la relación con el entorno, pero hay muchas formas de vivir y el peso de la vida no se mide en viajes, ni en conquistas, tampoco en maratones, aunque sean grandes fuentes de motivación, el peso de la vida se mide en sabiduría, es lo único capaz de volver a abrirnos el corazón cuando estaba cerrado, de permitirnos ver en los momentos de mayor oscuridad, de entender que existe «un otro» que no es igual a nosotros, y de alcanzar la calma y el bienestar que todos necesitamos para ser felices.

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