Se atraganta la tierra con cenizas.
Lloran los ríos desbordando mares.
Se deshacen los glaciares.
Estallan los volcanes.
Son arrastradas sin esperanza las pocas raíces vivas que quedan.
Los alaridos no le cantan a la luna, anuncian la muerte que trae el fuego.
El viento se encarna en tornados.
Se arrecian los temblores bajo el suelo.
Queriendo que abandonemos de una vez este mundo al que tanto estamos hiriendo.
Tristeza, impotencia y rabia profunda.
Cada ser vivo que muere, sea del tipo que sea, nos acerca al suicidio de la humanidad.
Quiero pensar que este mundo está embarazado de otro mundo, como decía el Gran Galeano, pero en días como hoy todos mis sueños son exterminados por la pasividad y la agresividad constante del ser humano.
Me dormiré abrazando cada pérdida, triste, impotente y rabiosa, como cualquier alma que entienda lo vulnerables que somos y lo invencibles que nos hace la Madre Tierra.
Demasiado nos quiere la naturaleza para como la tratamos. Demasiado mal la tratamos para lo mucho que la necesitamos.