He dejado de creer en lo estable, en lo que perdura en el tiempo, en lo que parece verdadero por ser intenso. He guardado en una maleta aquello que me hace vulnerable y he cerrado el armario a cal y canto, en el altillo más alto, donde la escalera de mi casa no alcance. En la Era del Dejarse Fluir, también hay destrozos, algunos recuperables, otros con secuelas de por vida. Quiero vivir pero no lanzarme al vacío, cuidarse va antes que abandonarse, sobre todo, en la Era de la Huida, donde es mejor ponerse el colchón no vaya a ser que no te cojan. Los seguros de vida no integran vidas inertes a base de corazones heridos. ¿Dónde está la piel que se encoje, que se eriza, que se estremece? ¿Dónde quedaron las pupilas dilatadas, los ojos vidriosos, las miradas embelesadas con los labios? ¿Dónde está la sangre que inundaba las palabras, que hacía innecesarios los compromisos hablados, que de madrugada, sin saber ni como, en sueños estallaba? ¿Dónde las locuras cuerdas, las decisiones envalentonadas, las ganas de querer sencillamente porque así se sienten?
¿Dónde está la verdad sin miedo?
!Que me la traigan!, que quiero hablar con ella.