Aquel paraguas en el cuarto me recordaba que a veces llueve, que en ocasiones el cielo suelta lo que acumula, como cualquier persona que se torna gris. Ese gris lleno de matices, que no sucederá mañana del mismo modo, que está en continuo cambio, y que puede llegar a invadirnos, traspasarnos y sobrevivir dentro de nuestro cuerpo y fuera de él. Se contagia, se transforma, va conquistando lugares, cabezas y corazones, como el que absorbe vida de un vaso de ilusiones adolescentes, quemando expectativas que caen sobre ceniceros apagados, sin inmutarse.