Déjame que te cuente algo. Esta vida no es tan simple, fácil y maravillosa como quieren hacerte creer a través de miles de potingues, de joyas, de ropa, etc. Esta vida es la montaña con la cima más alta que existe, es la montaña rusa del terror, que nos inyecta adrenalina desde el primer palo en el culo que nos dan al nacer. Sueños dormidos, sueños despiertos, que nos ponen la soga en el cuello encargada de hacernos tirar pese a toda la mierda que pueda caernos encima. Sobrevivimos, pues no siempre es fácil atravesarla y vivir. Dicen que unos nacen con estrella y otros estrellados, y tiene razón el dicho, es la puta curva normal de las desgracias y las alegrías, es la lotería, y nadie tiene control sobre nada y siempre puede tocarte porque desde que estamos aquí estamos dentro del juego. Un juego que muchas veces no tiene ni puta gracia, pero del que ninguno quiere salir. Todo dando vueltas en torno a nosotros, y nosotros girando sobre nosotros mismos, mareándonos, y sin saber dónde vamos a caer, preparamos los cojines, miramos donde están las sillas colocadas, tratamos de estar atentos a cuando parará la música o sonará la palmada como señal, pero siempre se produce cuando menos te lo esperas, y la caída en el suelo o el colchón bajo el cuerpo está a punto de hacerse realidad sin poder prepararte para ninguna de las opciones, porque ni creyendo que algo es más probable tiene porqué darse, aquí no hay un orden, ni la justicia del bien que haga pesar más un lado del columpio a favor de nadie. Aquí ni pagando la suerte uno puede librarse de la mala fortuna. La vida simplemente sucede, no hay mejores ni peores decisiones, porque todas ellas se juzgan a posteriori, cuando ya no tiene ningún sentido porque no hay riesgo, la vida está inherente a nosotros, nos persigue, la perseguimos, nos busca, nos reta, nos encuentra, nos prueba, corremos, huimos, le plantamos cara, nos llena, nos vacía, nos odia, nos adora, y la queremos hasta el fin de nuestras días como el agua que necesitamos beber para seguir estando aquí y ahora, sin necesidad de meditar.